Gladkazuka: caminar la ciudad, grabar su pulso, hacerla bailar.
Acid Floresta nace en Medellín como un ejercicio de escucha atenta en medio del estruendo. No es una vía de escape, sino una toma de posición: una forma lúcida de habitar un presente fragmentado.
Acid Floresta se siente como un acto profundo de escucha — a Medellín, a sus esquinas, a la algarabía y al trajín propio de las calles, de sus vendedores ambulantes de frutas y verduras. Se sincroniza con el pulso de lo cotidiano… ¿Cómo se transforman esos sonidos urbanos, crudos y orgánicos, en música electrónica tallada en los surcos de un vinilo?
‘‘Hay un proceso que me ha servido como herramienta y al que le terminé llamando ̈la traducción ̈, que es básicamente la observación de un material o contexto , habitarlo y dejarse atravesar por él, para devolverlo al ecosistema, a la calle en algún formato, en este caso, un vinilo , un perfomance. Y esta vez, ese proceso se dió en el contexto del barrio que habité por varios años y en el cual me dispuse a un ejercicio activo de observación y escucha para luego hacer música con esa información sensorial y emocional que lo traspasa a uno. Mi intención no fue hacer un retrato sonoro del barrio colombiano o algo así, sino más un ejercicio de habitar de manera consciente el lugar donde uno está en determinado momento, y observar qué le está diciendo ese sonido a uno, como espectador y oyente. Esto podría pasar en cualquier lugar, generando seguramente resultados muy distintos porque, La Floresta, además de ser un barrio en particular, para mí es un concepto que tenemos en común y que podemos habitar. Es una metáfora. Un muy querido amigo me recordó el término “sampleo emocional”. Este proceso del álbum fue como un sampleo emocional de las conversaciones, del murmullo de la calle y de la gente que va y viene, de la banda sonora del barrio con sus cruces y esquinas. No se trata de un sampleo técnicamente hablando, sino de una forma de registrar información que podemos combinar, interpretar y devolver a la calle a través de los sentidos.’’


Hablás de un proceso de traducción de la realidad de la ciudad a través del estudio. ¿Qué partes de ese viaje revelaron algo inesperado sobre Medellín — o incluso sobre vos mismo como productor?
‘‘Me llevó a apreciar con más claridad que tenemos una síncopa en el corazón. No me refiero a una afección cardíaca, por supuesto, sino al término musical de la palabra. La síncopa, en la música, es un término que se refiere, en el caso del ritmo, a acentos que no están en lugares fuertes del compás. Algo así como resaltando lo que está fuera del grid o fuera de lo homogéneo. También se le conoce como ̈contratiempo ̈. De ahí, pienso yo, sale mi definición de tumba’o y sabor. Y me parece que eso nos identifica y nos representa como sociedad latinoamericana, y que nos recuerda constantemente esa ascendencia africana. Lo llevamos dentro como una especie de código de comunicación a nivel colectivo y es parte de nuestra naturaleza sonora. Es un pulso incrustado en el corazón del latineo.’’


Hay un pulso emocional fuerte en el disco — una mezcla de crudeza y sensualidad. ¿Qué track sientes que representa mejor esa tensión entre lo que has aprendido y lo que has sentido?
‘‘Siento que puede ser una combinación entre varios tracks del álbum, tal vez entre Tatami, Valentina, Longo Longo y La Ochenta, porque en conjunto, son tracks que exponen bien esa idea: por un lado ese pulso vital, por otro lado, un sonido contemplativo o incluso un track que invita al silencio en medio del ruido.’’
Acid Floresta cierra un ciclo entre la calle, el estudio y la pista de baile. Ahora que el vinilo ya está en circulación, ¿cómo vives ese momento performativo final —cuando la música regresa a las calles, amplificada y ritualizada dentro del club?
‘‘Es un momento liberador, y al mismo tiempo en constante retroalimentación, porque uno se vuelve parte de lo que oye. Además, siempre veo en un performance una celebración en la que toda la gente está aportando, bien sea escuchando, tocando o bailando, e incluso trayendo memorias diversas alrededor de esa Floresta. Es una invitación a encontrarnos allí.’’
La próxima noche con el colectivo Download parece una extensión natural de ese ciclo — donde el vinilo se reconecta con los cuerpos en tiempo real. ¿Qué expectativas tienes para esa noche y qué tipo de energía esperas llevar al espacio?
‘‘Sin duda va a ser un espacio muy lindo, con Markovich y el live de Betan, Una Gema En Escoria, con Dylan Lo y el live de All Os. Un vórtice que se abre para establecer una conversación en caliente con el parche, en el venue, entre las personas que estaremos en Rama.’’
Download se caracteriza por su compromiso con el arte del vinilo y por invitar DJs internacionales que entienden el ritual detrás de esto. ¿Qué significa para ti formar parte de esa línea, y cómo abordas un set en un contexto tan centrado en lo analógico?
‘‘Bastante agradecido y honrado estoy por la invitación a hacer parte de esta noche. Siento que lo primordial es el punto de conexión y, como menciono antes, una celebración. La celebración en tiempo real, no en la virtualidad. Eso para mí es lo más análogo que hay.’’
Eventos como este — íntimos, curados desde lo sonoro, arraigados en la escucha profunda — están transformando la escena electrónica underground de Medellín. ¿Cómo ves tu papel dentro de esa transformación?
‘‘Me inspira profundamente la idea de aportar a esa transformación desde la invitación a observar la cotidianidad para dejarse impresionar, como una forma de ritualizar lo que sucede en la calle, y al mismo tiempo, hacer parte de ella. Me siento muy contento porque este tipo de espacios se sigan manteniendo conscientes y presentes en la ciudad. El movimiento cultural y la música necesitan urgentemente revivir escenarios de realidad, antes de que nos traguen las pantallas. Es un acto de resistencia que celebro.’’